martes, 23 de abril de 2013
#51 Woman in the mirror.
Llega de clase y suelta la mochila en el suelo, como si hubiera estado cargando todo el peso del mundo sobre sus hombros. Se mira en el espejo, pero no reconoce su reflejo. Ve a una chica de 1'58, gorda y ojerosa. Pobre -piensa-, no me gustaría ser ella. La chica del espejo sonríe. Al hacerlo, sus enormes mofletes le ocultan la cara. Se le humedecen los ojos. Llora. La chica del espejo también lo hace. No le gusta ver a la gente llorando. Quiere ayudar a la chica que tiene delante; decirle que todo pasará. Pero para ayudarla a ella primero tiene que ayudarse a sí misma. No. Solo quiere que la gordinflona del espejo se vaya para poder pensar. Quiere intimidad. Pero esa estúpida no desiste y sigue ahí, de pie, amenazante y en silencio. Ella solo necesita desaparecer durante un tiempo para poder ser la misma de siempre. Levanta los brazos. Se hace una coleta alta, muy alta, para contrarrestar la altura de su autoestima. Miles de voces gritan en su cabeza aunque no consigue entender ninguna palabra. Quiere que pare. La chica del espejo sigue ahí, como una estatua, retándola. No piensa entrar en su juego. Da un paso a la derecha y todo lo que tiene delante es una pared llena de pósters. Bien. Le da al botón de play y gira la ruedecilla al máximo. El suelo vibra. Se tumba en la cama mirando al techo y cierra los ojos. Ahora solo se escucha una canción de Barricada.
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